Capítulo 3: La decisión
-Ha pasado algo que quizás
quieras saber.-le dijo Blanca a Raymond mirándolo a sus increíbles ojos,
aquellos por los que había suspirado la primera vez que se conocieron.
-Dime Blanca.-le respondió
él, quizás sonando seco pero realmente preocupado.
-¿Recuerdas aquella historia acerca
de que los vampiros amamos a una única persona y que esa persona es perfecta
para el vampiro?-preguntó ella con su mirada clavada en los profundos ojos de
Raymond, que la miraba llenos de los increíbles secretos que almacenaban.
-Sí,
claro. Y por lo que se es cierto... ¿Acaso tú lo has... encontrado?-respondió
Raymond con voz curiosa.
-Sí, o por lo
menos eso sospecho. Lo peor de todo es que va a entrar a mi clase y su madre,
es una amiga de la mía. No sé que hacer.-murmuró Blanca.
-Yo no puedo ayudarte en
este tema. Es algo que cada vampiro debe resolver por cuenta propia, lo siento.
-contestó Raymond, fijando su mirada hacia el suelo, dolido por no poder hacer
nada para ayudar a su amiga.
Ella ni siquiera le
respondió. Levantó su esbelto cuerpo y miró hacia el bosque, con ganas de
alimentarse en abundancia. Raymond percibió lo que Blanca sentía y comenzó a
prepararse para ir de caza. Su cuerpo entero se tensó, su mandíbula se apretó y
su sed de sangre se incrementó. Blanca le sonrió y ella misma se preparó para
salir de caza. Ambos corrieron por el bosque disfrutando de una brisa que les
lanzaba descargas de relajación cada vez que rozaba sus cuerpos. Al poco tiempo
localizaron un alce grande, que debía haberse separado de su manada. Raymond se
lo cedió encantado, sabiendo que su amiga lo necesitaba. Ella terminó con el
enorme alce en cuestión de segundos. Después buscaron alguna pieza para Raymond
y únicamente encontraron dos pequeños conejos, que sin embargo él aceptó
encantado. Decidieron que por ese día era suficiente y Blanca que siempre
acostumbraba a quedarse hablando con Raymond decidió irse con la excusa de que
tenía prisa. Él, por supuesto no la creyó, pero decidió dejarla ir, sabía que
necesitaba tiempo para arreglar el conflicto que había surgido en su interior.
Blanca se despidió de él con un simple beso en la mejilla y salió a toda
velocidad hacia su casa, donde necesitaba ir en esos momentos.
De repente paró bruscamente. No iba a ir a su
casa, iba a conocer al enemigo en su momento más vulnerable, cuando estaba
dormido. Recordó afortunadamente la calle en la que vivía el joven y además
sabía que gracias a sus sentidos más desarrollados podría encontrar al
muchacho. Tardo pocos minutos en encontrar la calle. Era una zona residencial,
con apariencia de nueva por el buen estado de los edificios, cuyos colores se
alternaban entre el naranja pálido y el blanco. Localizó la casa de Hugo a
través de la mente del mismo. Una de las cosas que le encantaba de ser vampira
era poder leer los pensamientos de los simples humanos de su alrededor. El
único fallo de tan increíble poder era que solo funcionaba bajo su forma
vampírica, por lo que no podía utilizarlo en el instituto para hacer aún menos
en clase.
Cuando llegó a la casa, vio
a un enorme perro observándola, mirándola con mala cara y gruñendo. Le miró a
los ojos y a los dos segundos el enorme pastor alemán se encogió acobardado.
Después se colocó en el alfeizar de la ventana más cercana, que resultó ser la
de Hugo. Lo observó profundamente dormido, un poco agitado, seguramente por las
pesadillas que estaría teniendo. Blanca pensó durante un corto minuto la
posibilidad de matarlo. Se quitaría un gran problema del medio pero
decepcionaría a Raymond, lo sabía. Así que, solamente, se dedicó a vigilar a
Hugo e intentar, mediante sus objetos personales, averiguar más de él. Vio
varios trofeos que resultaron ser de atletismo, por lo que supuso que era
rápido, resistente y fuerte. Al abrir el armario encontró en su gran mayoría
ropa de deporte pero toda de marca por lo que descubrió que el chico era pijo,
con dinero, cosa que había percibido por la casa y una vez más deportista.
-Aunque jamás estará a la
altura de una vampira- susurró Blanca risueña.
Además de la ropa y los
trofeos vio una consola de videojuegos la cual identificó como la Play Station
3, que la misma Blanca tenía en su habitación escondida, que era como ella y
Raymond llamaban a una pequeña casa que tenían a las afueras y donde pasaban
algunas noches de diversión con videojuegos y juegos de mesa. A pesar de
continuar mirando no encontró nada más digno de interés. Echó un último vistazo
a Hugo y salió de la casa al mismo tiempo que Hugo se despertaba de una
pesadilla. Él miró hacia todos lados, como si su pesadilla fuese que había algo
o alguien en su cuarto. Blanca se escabulló en silencio, sin hacer ningún ruido
que la pudiese delatar. Salió corriendo y fue hacia su casa, a sabiendas que
llegaba un poco tarde. Corrió por el bosque a toda velocidad, evitando las
carreteras y en poco tiempo llegó a su casa. Entró a su habitación por la
ventana, se puso el pijama y se metió en la cama. Segundos antes de que su
padre entrase por la puerta para despertarla se acordó de que estaba en forma
vampírica, realizó en un susurró el hechizo y se hizo la dormida.
-Blanca, Blanca. Levanta
que es hora de ir al instituto- murmuró su padre en su oído.
Ella se sacudió de una
forma similar a cuando los humanos se despertaban y abrió ligeramente los ojos
como si la luz que entraba por su ventana la molestase.
-Ya estoy despierta-dijo
falsamente con voz de recién levantada.
Su padre le dio dos besos
y salió por la puerta para irse a trabajar. Blanca suspiró aliviada. No la
habían pillado. “Desayunó”, se duchó, se vistió y se arregló para ir al
instituto. En cuando llegó toda su clase estaba alrededor del chico nuevo,
analizándolo. Él la vio entrar por la puerta y....
Chicos y chicas yo tengo otro blog con otra cuenta y estaba pensando hacer los blogs desde esta cuenta y que podais leerlas... os interesan las historias de magia del pasado, presente y futuro? jejej, besos y disfrutad del capítulo <3